Ya son con esta 34 ediciones de la Feria de Arte Contemporáneo más importante de España, una feria que surgió en los 80 (en plena efervescencia cultural y política) para promocionar el mercado del arte en un país que apenas se estaba desperezando de una larga y oscura etapa de letargo y aislamiento.
La respuesta popular fue inmediata, y las primeras ediciones ya fueron un éxito de público, de un público ávido de ver cosas nuevas, también tuvo desde el principio un apoyo mediático importante y esta feria interpretó sin duda un papel en aquella movida cultural que puso de moda a España en el mundo.
Personalmente he acudido a muchas de las ediciones desde mi época de estudiante de Bellas Artes, en los primeros ochenta y he vivido distintas fases de la feria, como ha ido evolucionando a través de los años. Parecía que la evolución de la feria en ciertos momentos estaba ligada al apoyo institucional y a la compra de obra por parte de museos públicos que fueron surgiendo de la mano de los distintos gobiernos autonómicos, en algunas ediciones se habilitaron incluso pabellones para ser ocupados casi en exclusiva por los espacios institucionales que parecían competir en proyectos y ambiciones.
Pero la crisis acabó con aquellos fuegos artificiales, algunos hablan ahora de madurez, de la vuelta del coleccionista privado. Pero claro todo son comentarios extraoficiales porque nadie publica cifras, por eso nos quedamos con sensaciones, el ambiente positivo y las buenas vibraciones que nos dejaron las galerías y las obras del país al que se dedicó la feria este año, Colombia, y con la sensación de que uno de los sentidos de esta feria quizás se haya alcanzado al conectar el arte de los países ibeoramericanos con el mercado europeo.